lunes, 23 de marzo de 2009

TUMINAH Y EL OSO (Leyenda China)

Omar vivía con una mujer y sus cinco hijas en un pequeño pueblo de la isla de Pinan. Las cinco muchachas eran todas bastantes graciosas; más muchos jóvenes las habrían pedido por esposas, ellas no habían todavía encontrado ninguno que le gustase o fuese considerado digno de ser escogido como marido. Con el pasar de los años las muchachas no eran tan jóvenes, tanto que Omar y la mujer empezaba a preocuparse, temiendo que sus hijas no encontrasen ocasión de casarse. Un día Omar y la esposa se sorprendieron bastante al ver un simpático Oso en acercarse a la casa. - ¿qué buscas? -le preguntaron. Muy educadamente el oso se acercó y dijo: - Le estaré muy agradecido si me permiten casarme con una de vuestras hijas - ¡Ah! ¿quién ha escuchado que un oso se case con una joven? - ¿Por qué en lugar de reírse de mí no preguntan más bien a vuestras hijas si quieren casarse conmigo? No soy un hombre, más soy honesto y trabajador. Interpelada la de más edad rechazó decididamente: - ¿Casarse con un oso? ¡no, no, nunca! También las otras hermanas rechazaron la propuesta. Excepto la última, Tuminah, que era la más bella y la más dulce de todas. - ¿Casarse con un Oso? No me parece una elección que descartar. Si es gentil y honesto, será ciertamente mejor que tantos hombres. Las hermanas se reían. Fue así que después Tuminah se casó con el Oso. Después del matrimonio frecuentemente los parientes y los amigos tomaban en broma la extraña pareja: más esto no parecía turbar la armonía y la felicidad de los dos esposos. Tuminah no sabía todavía como el marido lograse encontrar dinero para vivir. Cada mañana al alba el Oso se dirigía al trabajo, para regresar después a la noche profunda. Siempre más curiosa de conocer la verdad sobre este misterio, un día Tuminah decidió seguir al marido a escondidas. él bajó a la playa, y aquí advirtió algo prodigioso: el Oso se despojo de la piel como de un vestido, y se transformo en un bellísimo joven. Después, subido en la barca, empezó a remar hacia adentro. Apenas el marido estuvo fuera de la vista, Tuminah salió del matorral donde se había escondido y se llevó la piel del Oso. Aquella tarde, cuando regresó el marido, por cuanto buscase no logró encontrar su piel. Solamente entonces Tuminah se acercó al joven y dijo: - No te cambies de nuevo en Oso, te ruego. Eres más bello así como eres realmente. - ¿Te avergüenzas de mí? - No, más sería así de bonito si todos se dieran cuenta que tú eres un hombre. Apenas las hermanas descubrieron cuanto era bello el marido de Tuminah, enseguida se volvieron celosas. Más Tuminah no se dio cuenta de este sentimiento: su corazón no había nunca experimentado lo que eran los celos. Enseguida, el marido le confió que marcharía para unos asuntos de negocios muy importantes: - Estaré varios meses fuera, más cuando regrese seremos ricos. Tuminah se mostró comprensiva y generosa: aunque lo sentía mucho, aceptó que el marido se fuera. Las hermanas se sintieron aliviadas y dijeron a Tuminah: - Tu marido te ha dejado para siempre, no lo verás más nunca. Ciertamente volvió a ser Oso. Pasaron tantos meses que a Tuminah parecían interminables. Finalmente un día algunos pescadores corrieron a casa de Tuminah para decirle que el marido regresaba con una entera flota de naves llenas de tesoros inestimables: sedas, oro, jades y otras joyas. Tuminah se puso sus mejores trajes y corrió a la playa para recibir el marido. Las hermanas la siguieron. Repentinamente encerraron y amarraron a Tuminah y la pusieron en una barca lanzándola mar adentro. Mientras se acercaba la flota. Ninguna nave se dio cuenta de la barca que llevaba a la joven casi invisible por las altas olas. De última venía la nave almiranta, engalanada de fiesta con banderas de mil colores: el joven que un tiempo vestía con piel de oso, hoy estaba vestido como el almirante de la flota. - ALTO! Anclad las naves! - gritó dándose cuenta de algo que se movía entre las olas. - ¿Qué cosa es aquella barca pequeña allá abajo? Como la nave se fue acercando, los marineros vieron la figura de una joven amarada y tendida en el fondo de la barca. Bajaron un bote y levantaron a bordo a la joven. El marido enseguida la reconoció y lleno de asombro preguntó: - ¿Tuminah, que sucedió? Cuando Tuminah se reincorporó, le dijo al marido lo que le había sucedido con sus hermanas. - Tus hermanas son unas brujas. Tienen necesidad de una lección. Entonces encomendó a la esposa que no saliera de la cabina de mando de la nave por ninguna razón. El comandante desembarcó. Las cuatro hermanas lo esperaban con vestimentas de grandes ocasiones. - ¿Dónde está mi esposa?, les preguntó - Nosotras no lo sabemos. Hace algunas horas bajo a la playa para recibirte, y desde entonces no lo hemos visto. Aquel día las hermanas quisieron hacer fiesta por el feliz retorno del cuñado y organizaron un gran almuerzo al que invitaron toda la gente rica, la más importante de la isla. Mientras le servían las delicateces, exquisiteces y manjares, el joven narró sus aventuras, y cómo logró quitar a los piratas el galeón cargado de tesoros. En fin concluyó: - Cuando estaba por llegar al puerto vi una pequeña embarcación que vagaba entre las olas. Dentro había una joven que había sufrido un atraco por los bandoleros, amarrada y abandonada a su destino. A estas palabras las cuatro hermanas empezaron a preocuparse. El joven dio unas palmadas y compareció Tuminah acompañada por algunos marineros. Estaba vestida de telas finísimas y tenía una corona de diamantes en su cabeza. Al verla las hermanas se sintieron morir de envidia y de miedo. - No las llevaré delante del Juez, como merecéis -prometió generosamente. - Más exijo que dejéis el pueblo lo más rápido y que no os dejéis ver. Espero que esta lección le sea útil para el futuro. Nadie sabe donde se fueron las cuatro hermanas; mientras se sabe ciertamente Tuminah y su marido vivieron felices.

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